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En nuevos tiempos de la necesidad y de la fuerza de la información y la comunicación

El ser humano ha tenido la necesidad de comunicarse desde que empezó a pintar en las paredes, y, a medida que avanzaban los siglos, esa necesidad o deseo ha ido aumentando. Después llegaron los pergaminos; luego, el grabado en piedra; al poco tiempo, el uso del papel, la impresión de libros, los periódicos, la radio, la televisión, la digitalización... y lo que queda por venir. 

Debido al gran desarrollo de su intelecto y dado que es un animal muy comunicativo, la facultad de la comunicación es inherente al ser humano, sin contar algunas excepciones. Habría que preguntar a los biólogos si existe algún animal más comunicativo que el ser humano. La consecuencia lógica de la comunicación es el estudio y desarrollo de la información. Lo que antes era una actividad normal ha sido convertido en profesión y negocio en el último siglo, desde que surgieron las grandes empresas, principalmente con el objetivo de informar.

Durante muchas décadas han sido familias o pequeños empresarios los jefes de esos negocios, hasta que, hace unos 30 años, comenzaron a surgir empresas de nuevos sectores: financieras al principio, y tecnológicas en los últimos años. Están desapareciendo los empresarios que conocen el oficio por haber recibido el negocio de parte de sus padres, en favor de los técnicos de gestión que pueden dirigir cualquier empresa, y en detrimento del propio oficio.

Conscientes del poder que les confieren las herramientas de la información y siguiendo el criterio de "ponga un medio de comunicación en su negocio", en algunos sectores se han hecho grandes inversiones en compraventas de medios de comunicación. El caso más llamativo es el de Jeff Bezos. El director de Amazon compró el periódico histórico The Washington Post en 2013, para lo cual gastó un 1% de su fortuna. Lo que antes pertenecía a la familia Graham, ahora es del millonario Bezos; no de Amazon. Es de Bezos.

¿Qué lugar ocupan y qué función cumplen en ese escenario los medios de comunicación que trabajan en una lengua minorizada? ¿Cómo van a hacer frente a la nueva y cambiante situación a la que ha dado lugar la digitalización? Hasta ahora contábamos con verdades universales y permanentes en nuestro trabajo, en nuestro oficio.

En las sociedades que creen en los derechos humanos, la libertad de expresión es uno de los valores más importantes; es el símbolo y pilar fundamental de su sistema político. ¿Cómo podríamos definir el concepto clásico de libertad de expresión? La libertad de expresión ha vivido dos situaciones diferentes en el mundo. Por un lado, los países y sociedades que más o menos respetan y protegen dicho derecho y profesión, por otro, los países y sociedades en que el ejercicio de ese derecho y profesión acarrea una pena de prisión, o incluso la muerte. El caso más grave, obviamente, es el segundo. En este caso, en que la libertad de expresión ni siquiera tiene categoría de formulación, respetar los derechos de los medios de comunicación es una situación de vida o muerte; poder realizar su actividad libremente, sin amenazas de ningún tipo. Seamos realistas: pensar que un país que no respeta los derechos de los ciudadanos va a respetar los de los periodistas es lo mismo que soñar. Todo va unido. Los periodistas no podemos pretender ser una suerte de casta específica dentro de regímenes tan duros. Por tanto, en ese segundo caso, es imprescindible cambiar de raíz del sistema político de esos países.

En el primer caso, esto es, en los países y sociedades que respetan esas libertades formales a las que una vez llamaban libertades burguesas, debemos estudiar con detenimiento cómo se realiza la libertad de expresión en la práctica. Hasta que ha llegado la digitalización, en la práctica real , la libertad de expresión ha sido cosa de un club exclusivo:el de algunas élites políticas y financieras que tenían suficiente dinero como para cubrir los medios de comunicación. El ciudadano tenía, más o menos, derecho a expresar lo que quisiera, pero en la práctica no tenía herramientas para ejercer ese derecho. Podemos dar un paso adelante y plantear que, en una sociedad moderna como en la que vivimos, ha llegado la hora de garantizar a los ciudadanos y a los grupos sociales que tendrán suficientes herramientas para expresar y hacer conocer a la sociedad sus opiniones, propuestas, debates, alternativas...  ¿Qué papel deben jugar los medios de comunicación públicos en una nueva interpretación y, lo que es más importante, en una práctica de la libertad de expresión. ¿Sería soñar en vano pensar que los medios de comunicación públicos pudieran reservar un pequeño espacio de su programación para que los grupos sociales hicieran su propia programación, por ejemplo? ¿O hacer un canal que gestionaran los grupos sociales? No olvidemos que los medios de comunicación se financian con el dinero de todos los ciudadanos... Si la iglesia cristiana tiene su espacio, ¿por qué no los grupos sociales? ¿Nos vamos a atrever a ser pioneros en prácticas valientes y difusoras de libertad de expresión?

Hagamos un ejercicio de prospección. ¿Hasta dónde van a llegar las tecnologías lingüísticas dentro de 20 años? ¿Qué novedades nos traerá la neurolingüística en 2040? Seguiremos teniendo herramientas que usaremos con las manos, o emplearemos una tecnología basada en intervenciones cerebrales. Pongámonos en la segunda hipótesis: si no es en 2040, no andará lejos. Pongámonos en el momento en que nos podrán poner un chip en el cerebro, en 2040. Yo ahora lo llamo "chip", pero a saber cómo será y cómo se le llamará en 20404. Eso está en camino. De las 5.000 lenguas que hay en el mundo, ¿cuántas podrán utilizar esos avances científicos? ¿Cuántas tendrán la categoría para hacerlo? Pocas, por desgracia. ¿Tendrá el euskera acceso a ese tipo de tecnología punta? Habrá dos maneras de tener acceso a esa tecnología, y ahora ocurre igual: la primera, que tu lengua tenga muchos hablantes, muchos millones, y que por tanto cree interés de negocio a los vendedores de esa tecnología; la segunda, que, a falta de tantos hablantes, se pague una gran cantidad de dinero para acceder a la tecnología. Sabemos que el euskara nunca tendrá millones de hablantes, de manera que habrá que pagar. Será la única manera de entrar a ese club. Si accedemos, cambiarán por completo nuestros paradigmas actuales; si no, tendremos que seguir trabajando aproximadamente con los mismos que tenemos ahora.