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La tecnología digital que usamos ha sido creada para ser adictiva

La comunicación vía mensajes de texto puede acabar con la inteligencia social y emocional del homo sapiens. Solo pensamos que alguien – fundamentalmente las grandes empresas tecnológicas- son los que están decidiendo el futuro de nuestras vidas cuando no debería ser así. Tenemos que ser nosotr@s los que decidamos cómo queremos usar la tecnología y a dónde queremos llegar.

Nuria Oliver investigadora de la relación entre la tecnología y la sociedad, el ordenador y el cerebro, participaba hoy en el “XX Congreso Internacional de Interacción Persona- Ordenador”.

Como miembro del grupo de expertos de la Comisión Europea que prepara informes sobre el uso de la inteligencia artificial y sobre el uso del Big Data, subrayaba la importancia de fomentar la compartición de esos millones de datos que están en poder de empresas particulares con los distintos gobiernos y ONGs. “La economía de datos es responsable de 700 billones de euros, datos que en este momento no son accesibles para el sector público. Con ellos se pueden diseñar políticas de salud pública por ejemplo entendiendo la movilidad humana en casos de epidemias o en desastres naturales y tratando de responder a la siguiente pregunta: ¿cuántas personas pueden ser afectadas y dónde están? Consultando la actividad celular de la zona (los teléfonos móviles), podemos planificar las actuaciones necesarias”.

Si se obtuvieran datos sobre la movilidad humana podemos diseñar sistemas de transporte inteligentes que eviten atascos o calculen las emisiones de CO2. Y, además, sería posible en todo el globo porque los teléfonos móviles están desperdigados por todo el mundo, incluido el no desarrollado. Hay más móviles que seres humanos. En el desarrollo de las zonas más pobres y en el intento de cumplir el primero de los objetivos de la Agenda 2030 de la ONU, puede aprovecharse el Big Data para conocer, por ejemplo, el número de personas de una región y medir su grado de pobreza, ya que muchas veces los censos —si existen— están obsoletos.

Respecto a la crisis climática decía que los datos no se pueden utilizar para revertir la situación —eso queda al albur de las decisiones que se adopten— pero sí nos sirven para medir el impacto climático de los desastres, identificar las zonas más afectadas y determinar qué acciones debemos tomar y dónde. Por ejemplo, partiendo de datos meteorológicos sobre sequías, temperaturas, precipitaciones modeladas con técnicas de inteligencia artificial, podremos determinar las acciones a tomar en el caso de las migraciones humanas, es decir, de los refugiados climáticos derivados de la crisis climática.

El teléfono móvil tal y como lo conocemos va a desaparecer, de hecho, los distintos wearables –—por ejemplo, el smartwatch o teléfonos de actividad— es una manera de disgregar el móvil. Sus funcionalidades, después de miniaturizarlas, se dispersan por el cuerpo y se aumentan sus funcionalidades. Ya hablamos de tatuajes o pequeños chips subcutáneos que controlan algunas funciones fisiológicas o biológicas en casos de enfermedades como la diabetes o en casos de control de las constantes de un deportista de élite.

La interacción cerebro a cerebro a través de la máquina existe. Es una línea de investigación que ha dado muchos pasos en la estimulación artificial sin cirugía y mediante electrodos. A través de unos electrodos se detecta la actividad de las neuronas del sistema motor del cuerpo humano. Al mover el brazo, activo esas neuronas, pero cuando sólo pienso que estoy moviendo el brazo también se activan. Eso permite a personas que tengan brazos o piernas prostéticas las puedan mover solo porque piensan que las están moviendo. Es la información que mandan al brazo prostético.

La idea a futuro es “llegar a interpretar lo que una persona está pensando”. Sería el caso de las personas con discapacidad para comunicarse. Sólo con pensarlo, otra persona receptora puede recibir el mensaje.

Se lamentaba Nuria Oliver de que la comunicación entre las personas se está reduciendo a los mensajes de texto. Una comunicación muy empobrecida.” Los seres humanos nos caracterizamos por ser una especie social. Las comunicaciones de humano a humano son muy rica. Hasta un 70-80% de la comunicación, es no verbal. Vale más el cómo se dice. Todo se pierde con los mensajes de texto. Es uno de los grandes retos. Podemos tener las funciones en un móvil o en diversos chips, si al final lo reducimos todo a mensajes de texto, no estamos mejorando la comunicación humana.

“Me preocupa personalmente porque el homo sapiens sobrevivió en parte a otras especies competitivas por su capacidad de saber organizarse en comunidad”. Es la inteligencia social y emocional. “La biología es muy sabia, y lo que no se utiliza, se pierde. Si no desarrollamos nuestra inteligencia social y emocional, lo normal es que las perdamos. Me preocupa porque si perdemos nuestras habilidades, las consecuencias para el homo sapiens podrían ser terribles, quizá convertirnos en otra especie”.

Reaccionamos en nuestro cara a cara de forma inmediata ante algo que no nos gusta, pero en un mensaje de texto perdemos toda la comunicación no verbal y contestamos no inmediatamente sino cuando lo decidimos, creando así una comunicación asíncrona.

Nuria Oliver declarada “Ingeniera del año” y ganadora del premio “Jóvenes innovadores del MIT” considera que es posible una recuperación del contacto interpersonal físico, en primer lugar, porque la tecnología nos hace más eficientes y tenemos, por ende, más tiempo para estar con los demás. En segundo lugar, gracias al desarrollo de comunicación interpersonal con hologramas en 3D y la comunicación háptica, podríamos comunicarnos de manera más rica con personas que están lejos. Pero la tecnología que usamos ha sido diseñada para ser adictiva. Nuestra atención vale dinero y es lo que las empresas monetizan. Es como el caso de las tragaperras, nuestra atención se basa en un premio aleatorio. No meteríamos monedas si supiéramos que no hay premio. La evidencia de la recompensa es mucho más vinculante cuando es aleatoria. Con el móvil, Twitter, Facebook o YouTube pasa lo mismo. Estamos pendientes de los likes que podemos recibir a lo largo de todo el día.

En la interacción de la “inteligencia y la tecnología existe un grandísimo potencial. Los grandes retos a los que nos enfrentamos no los vamos a poder afrontar sin la ayuda de la tecnología. No es la solución, pero sí es parte de la solución. No vamos a poder desarrollar una medicina de precisión y personalizada sin el uso de la inteligencia artificial, ni afrontar el cambio climático etc. etc. “El potencial es inmenso, pero tenemos que ser nosotros los que decidamos cómo queremos usar esa tecnología y a dónde queremos llegar. Como sociedad no nos sentimos empoderados para decidir qué es lo que queremos hacer con la tecnología. Solo pensamos que alguien – fundamentalmente las grandes empresas tecnológicas- son los que están decidiendo el futuro de nuestras vidas cuando no debería ser así. Tenemos que saber de qué estamos hablando y hay poco conocimiento tecnológico en la sociedad y en la clase política. Así es mucho más fácil el control social. Por eso es tan importante invertir en educación. Modificar la educación obligatoria de niños y adolescentes y abandonar el modelo de la segunda revolución industrial y enseñar la cuarta que es en la que estamos.