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Las últimas réplicas de cuevas apuestan por una experiencia más sensorial

Al valor didáctico, conservador y económico se le añade la comodidad de la experiencia. “A los primeros que se les ocurrió la idea de hacer una réplica de la cueva de Lascaux (Lascaux II), asumieron muchos riesgos” afirmó el arqueólogo Manel Miró en su intervención en el congreso “Ekainberri 10 urte: Retos y futuro de las réplicas de arte parietal como equipamiento museístico” que se celebró en Zestoa, dentro del marco de los Cursos de Verano de la UPV/EHU.

La necesidad de construir una réplica del original tuvo que ver principalmente por la degradación de la cueva original debido a la sobre explotación de la misma. Se tuvo que cerrar porque se había alterado su ecosistema y “sufrió todos los males de las cuevas sobre visitadas”. Para ilustrar esta idea, el profesor Miró puso el ejemplo de una lata de paté: “una vez abierta se degrada rápidamente, lo mismo le pasa a una cueva que ha estado cerrada durante miles de años”. Otro ejemplo del mal que provoca el ser humano se explica muy bien en la visita a Lascaux IV, donde mediante infrarrojos se puede ver claramente el calor que desprende un cuerpo humano provocando un calentamiento. “Podemos hacernos a la idea de lo que supone la entrada masiva de visitantes”.

Otro motivo que llevó a la construcción de las neocuevas es la necesidad de mostrar los hallazgos. “Si se cerrasen todas las cuevas se conservarían, pero la humanidad tiene el derecho de conocer su patrimonio cultural” defendió Miró. Estas réplicas tienen muchas ventajas para el visitante: es accesible a todo el mundo (cochecitos de niños, gente mayor…) mientras que las originales suelen ser resbaladizas y difíciles de caminar; están iluminadas para que no se pierda un detalle; no hay que agacharse, ni mojarse…

Aunque para algunos expertos la experiencia no es comparable con la visita al original lo cierto es que para la mayoría de las personas apenas hay diferencia y la calidad de las reproducciones consigue que parezca estar ante el original. “La comodidad de la experiencia hace que tenga un valor añadido e incluso se prefiera al original”.

Las réplicas de las cuevas además de su vocación preservadora y didáctica se convierten en un factor de desarrollo local por el turismo que atrae. Las cifras hablan por sí mismas: 11 millones de personas visitaron Lascaux II, lo que demuestra el éxito de esta nueva forma de conocer nuestra historia.

Para asegurar el éxito de una neocueva uno de los requisitos indispensables es que se ubique lo más cerca posible de la original. Es el caso de Ekainberri, donde la experiencia nos lleva a “pisar el mismo suelo y a escuchar el mismo sonido del agua que baja del monte que pisaban y escuchaban nuestros antepasados”, tal como explica Juan José Aranburu en este vídeo.

 

 

Es una apuesta por los sentidos, por lo sensorial. Se ha reproducido el entorno cavernario, cuidando los detalles.

Al igual que Lascaux IV, en Ekainberri se prepara al visitante para la experiencia entrando en una gruta real. “Los ojos se tienen que acostumbrar a la penumbra, y la temperatura del interior es la que había después de la primera glaciación. Es una réplica dentro de una caverna que te transporta al mundo prehistórico con la comodidad de una neocueva”.