Todas las noticias

Ártico y cambio climático

Naima El Bani Altuna, con madre de Bergara y padre de Casablanca, es una bilbaína de 28 años que nunca se imaginó en el Ártico. Escogió la geología por curiosidad, porque no sabía muy bien lo que quería estudiar. Sabía que quería hacer algo que tuviera que ver con el mar y que pudiera dar algo de vuelta a la sociedad.

¿Por qué en el Ártico? ¿Qué tiene de especial?

Empecé Geología en la UPV y entonces descubrí que, investigando cómo era el mar en el pasado, podía estudiar el cambio climático. Para seguir en esta línea, hice el máster en Paleoceanografía en la Universidad de Burdeos. En un principio mi intención era trabajar en algo que tuviera que ver con el Golfo de Bizkaia o con la evolución oceanográfica de la costa atlántica de Marruecos, pero en el último momento, y por casualidad, me dieron unos sedimentos para estudiar el Ártico canadiense y así terminé allí.

No sé qué tuvo ese trabajo que me enganchó totalmente. Como he dicho, yo quería investigar un emplazamiento más cercano a mi historia personal, pero la investigación del Ártico me abrió nuevas puertas. Hasta entonces, “Aulki bat elurretan” de Uxue Alberdi era la única referencia que tenía al norte: paisajes helados, blancos, muy tranquilos, desconocidos y a veces oscuros y otros llenos de luz. Hoy mi vida transcurre en este tipo de paisajes y me gusta mucho. Eso a nivel personal. En cuanto a la ciencia, el Ártico es muy especial. Muchos piensan que aquí arriba no vive nadie, unos pocos osos polares, y que lo que aquí sucede no afectará a nadie (¡y eso es totalmente erróneo!). Además, la Tierra no está organizada en compartimentos totalmente desconectados por lo que las modificaciones que se producen en el Ártico como consecuencia del cambio climático afectarán al otro extremo del mundo debido a la circulación atmosférica y oceánica.

“Mira al pasado para entender el futuro”, así lo dices en tu perfil de twitter. Relacionando la frase con tu tesis, ¿qué dirías? ¿Qué nos ayudará a entender lo estudiado?

Gracias a la investigación de los gases almacenados en el hielo de Groenlandia, sabemos que, en la última Edad de Hielo, se han dado episodios de calentamiento instantáneo. Durante estos episodios de calentamiento la temperatura atmosférica subió entre 5°C y 16.5°C en unas pocas décadas, y la magnitud de estos episodios es comparable al calentamiento actual. A partir de un momento, la temperatura bajaba progresivamente , acabando con un periodo frío y estable. Estos eventos se denominan eventos Dansgaard-Oeschger y hacen que la gráfica de las temperaturas atmosféricas de los últimos 120 mil años adopte la forma de los dientes de una sierra, demostrando, entre otras cosas, que el clima de nuestro planeta es cambiante.

En los Mares Nórdicos se forman  aguas profundas, que son muy importantes en la circulación oceánica. En la actualidad, las aguas cálidas y saladas del Atlántico entran por el sur en los Mares Nórdicos. Estas aguas calientes y saladas (en términos relativos) se enfrían al circular hacia el norte por medio de la mezcla con agua polar fría. Este agua fría y salada, que acaba de formarse en el mar de Groenlandia (al norte de los Mares Nórdicos), tiene una alta densidad, lo que provoca su hundimiento, redirigiéndose hacia el sur. Para que te lo imagines, esto es como la cinta de maletas que hay en el aeropuerto. Imaginemos que las maletas representan el calor. Si la cinta se moviera cada vez más rápido hacia el norte, ésta desplazaría más y más maletas de sur a norte. Pues pasa lo mismo con el clima y esto demuestra la relación entre el clima y el océano: cuanta más agua profunda fría y salada se forme en el norte (lo que determinaría la fuerza de la cinta), más calor se transportará de sur a norte (en nuestra analogía, se transportarían más maletas).

Esta configuración oceánica no siempre ha sido así. En general, en los periodos glaciales (o Edades de Hielo) y en los períodos de enfriamiento durante los eventos Dansgaard-Oeschger se produce menos agua profunda, debilitando la circulación oceánica. En épocas de calor y en la actualidad, la circulación se refuerza, con lo que se transporta más calor hacia el norte. Una manera de estudiar estas variaciones indirectamente es analizando la evolución de la temperatura de las aguas profundas. En mi tesis he estudiado la evolución de las temperaturas del fondo marino en los Mares Nórdicos y en el mar de Barents durante la última Edad de Hielo, aproximadamente en los últimos 60 mil años de la historia de la Tierra. El objetivo ha sido comprender mejor lo que ocurría en el mar durante los ciclos Dansgaard-Oeschger. ¿Por qué en el pasado? Porque podemos investigar el pasado analizando los archivos sedimentarios de la Tierra y eso nos puede dar pistas sobre cómo funciona la Tierra en su estado natural. De ahí que investiguemos el pasado para entender un poco mejor el futuro. Aun así, para comprender mejor el presente y el futuro, debemos añadir a la ecuación la influencia humana, y este factor  es nuevo en la historia de la Tierra.

Habéis investigado muestras del Norte. ¿En qué se diferencian estas muestras de las situadas al sur del Mar Nórdico? ¿Por qué esa elección?

Los Mares Nórdicos son un lugar muy interesante por lo comentado anteriormente. El sur es un buen lugar para investigar la cantidad de agua que entra y sale. Al norte se encuentra el Estrecho de Fram, que conecta los Mares Nórdicos y el Ártico. También es muy interesante investigar el intercambio de agua que se produce en él. Todas las piezas son necesarias para poder construir el puzzle del clima-océano, pero hasta ahora se han llevado a cabo muchos más trabajos en el sur que en el norte.

La razón de que haya más trabajos realizados en el sur es que es más accesibles, entre otras cosas. Hasta el inicio de este proyecto, en el norte sólo había un trabajo para reconstruir las temperaturas del fondo marino mediante métodos geoquímicos independientes. Muchos lugares no han sido investigados por falta de dinero e infraestructura, no por falta de conocimiento o de interés. Por eso es tan importante invertir en ciencia.

Has estado investigando durante años. ¿Qué destacarías de lo investigado durante todos estos años? ¿En qué pondrías énfasis o atención especial?

Desde que empecé el doctorado me he dado cuenta de que estoy en un proceso de aprendizaje que nunca terminará.

En lo que respecta a la investigación, lo que más destacaría es la necesidad de investigar de una forma global, y eso es difícil (normalmente imposible). Como he dicho antes, la Tierra no está dividida en compartimentos diferenciados y te das cuenta de la importancia que tiene investigar lo que está sucediendo en otro lugar para entender lo que está sucediendo en tu área de estudio. Para entender la geología del Ártico no basta con estudiar la geología del Ártico. Por eso es importante colaborar con otros equipos e intentar mirar más allá de tu investigación.

A nivel personal, también he aprendido muchas cosas en el mundo de la investigación. La investigación la realizamos personas y quien diga que la ciencia es objetiva no dice la verdad. Te das cuenta de la jerarquización de la academia y de que los mismos prejuicios y dinámicas que se dan en la calle, se reproducen también en la academia. Eso y lo poco que cuidamos de la salud mental de los y las investigadores/as; afortunadamente, cada vez se habla más de esto, pero no es suficiente.

En tu tesis has presentado tres artículos científicos. De una manera sencilla y resumida, ¿qué has deducido?

En los ciclos Dansgaard-Oeschger, la atmósfera se calentaba “bruscamente” (hablando en tiempo geológico) y se enfriaba progresivamente, y esto iba acompañado de variaciones de la temperatura de las aguas del fondo marino. Nuestros resultados muestran que las aguas calientes del Atlántico (5-6 ºC) podían alcanzar hasta 1200 m de profundidad en periodos fríos también en el norte de los Mares Nórdicos. En épocas de calor, como en la actualidad, la temperatura del fondo marino se mantenía fría. Esto nos lleva a diferenciar dos tipos de circulación: 1) la actual, en la que se genera el agua profunda fría debido a la fuerte circulación oceánica que transporta el calor de sur a norte, y 2) la que se producía en períodos fríos, en los que apenas se producía agua profunda fría y el agua caliente del Atlántico podía “alcanzar” el fondo marino.

¿Cómo es posible que las aguas atlánticas lleguen a tales profundidades y que en el camino no pierdan calor a la atmósfera? En el último manuscrito analizamos la evolución del hielo marino. Todavía no está publicado y seguimos investigando, pero vemos que existe una estrecha relación entre la extensión del hielo marino y las temperaturas de las aguas profundas durante los periodos fríos. La cubierta de hielo marino era mucho más extensa en periodos fríos, lo que probablemente evitaba la pérdida de calor de las aguas atlánticas. Es posible que el equilibrio entre el hielo marino y la entrada de las aguas del Atlántico sea un factor importante en el desencadenamiento de los calentamientos atmosféricos bruscos. Nadie sabe exactamente cómo era posible que la atmósfera se calentara tan rápidamente de forma natural (sin actividad humana) y probablemente la dinámica oceánica contribuyó mucho a ello.

Por último, en los sedimentos del Ártico se puede encontrar una sustancia llamada hidrato de gas, que consiste en una sustancia similar al hielo que contiene gas, generalmente metano. Los hidratos de gas son estables a muy baja temperatura y a alta presión, por lo que el fondo marino del Ártico es un buen lugar para mantenerlos. ¿Pero qué pasaría si aumentara la temperatura del fondo del mar? Son muchos los investigadores que plantean esta pregunta por el actual cambio climático. Sabiendo que en los tiempos de enfriamiento la temperatura del fondo marino aumentó tanto, lo hemos analizado y hemos visto que la disociación de los hidratos de gas puede estar relacionada indirectamente con el aumento de las temperaturas del fondo marino desde el final de la Edad de Hielo en el Mar de Barents (un mar con profundidad máxima de 400 m).

¿Te gustaría compartir momentos o vivencias de la realización de este intenso trabajo que tengas bien grabados en la mente?

Las expediciones son los momentos que más recuerdo. Es duro estar lejos de casa, sin internet, con mucho trabajo… pero es bonito tener la suerte de navegar por el Ártico. Recuerdo cuando vi por primera vez el hielo marino. Sabía que existía, pero me parecía surrealista que yo estuviese allí, en una latitud tan alta, en medio de la nada y rodeada de agua marina helada flotando sobre una columna de agua de 4000 m.

En tu tesis mencionas que las incertidumbres sobre las proyecciones climáticas del futuro son grandes, ¿por qué? ¿Qué es lo más necesario y apropiado para afrontar adecuadamente a esta incertidumbre?

La recopilación permanente de datos. Las incertidumbres son grandes porque todavía no comprendemos muchas cosas. Además, para que las proyecciones funcionen es necesario “validarlas”. Yo no soy experta en ello pero, por decirlo fácilmente, lo que hacen estas validaciones es evaluar el modelo climático comparándolo con un registro conocido. Es decir, yo sé que la temperatura varió tanto desde el año X hasta el año Y porque tengo mediciones, pues sobre eso demostraré mi modelo. Si mi modelo consigue “imitar” este registro, puedo pensar que la proyección futura también puede funcionar. Por tanto, el primer paso para que funcione es disponer de un registro largo y fiable del pasado que permita comparar los modelos climáticos con esos registros. El problema suele ser que muchos registros del pasado presentan errores altos. En nuestro caso, por ejemplo, nuestras temperaturas de fondo marino presentan un error de ± 1 °C.

En muchos de los artículos científicos leídos recientemente se menciona que las proyecciones climáticas prevén un mayor deshielo del Ártico. En este sentido, ¿qué dirías de ello?

No es sólo que las proyecciones prevén una reducción aún mayor de las cubiertas de hielo, estos cambios ya se están produciendo y todos los datos apuntan en la misma dirección. No tenemos por qué esperar a que lleguen esas proyecciones dramáticas para hacer algo.

Retomando la filosofía “Think global, act local”, lo que ocurre en el Ártico no se queda solo en el Ártico, ¿no?

No. Tal y como se ha explicado anteriormente, el sistema climático es uno y, no sólo eso, sino que está plenamente conectado con la sociedad. Muchas veces la imagen que nos viene a la mente al hablar sobre el cambio climático y el Ártico es la del pobre oso polar que está sobre un bloque de hielo, pero no es la única consecuencia del cambio climático. El cambio climático, el deshielo y la influencia humana en el clima y el medioambiente van a provocar (ya están provocando) cambios tanto en los polos, como en las comunidades alejadas de los polos, en la comida que comemos, en nuestra vida cotidiana y en otras tantas cosas.

Estratégicamente es muy buena idea deshumanizar el cambio climático y poner un oso polar como imagen, pero no es justo porque nos hace sentir lejos y nos ayuda a quitarnos la responsabilidad que tenemos (“esto no es algo que vaya a pasar aquí, me toca lejos, yo no tengo nada que ver”) y porque reduce nuestra motivación de acción (“el pobre oso es la única víctima”). Quizás mi lectura sea demasiado simplista, pero estoy de acuerdo en que para cambiar las cosas en nuestras comunidades tenemos que tener una visión global, y para cambiar el mundo tenemos que empezar desde nuestros barrios y pueblos.

Relacionando tu investigación con la sociología, según el sociólogo Zygmunt Bauman somos parte de la generación líquida. Te habrá tocado ver en primera persona parte del deshielo, de sólido a líquido, elevando el nivel del mar. ¿Crees que estamos en un punto de inflexión complejo?

He tenido que leer algo sobre la sociedad líquida para responder a esta pregunta (sí, las científicas no lo sabemos todo y muchas veces Wikipedia es la primera página que consultamos). He leído que la inestabilidad, la incertidumbre y el individualismo dominan la generación líquida. Trasladado al clima, el clima siempre ha sido inestable, ha cambiado entre Edades de Hielo y épocas más cálidas. Como hemos visto anteriormente, las Edades del Hielo también tuvieron episodios de calentamiento bruscos y, en escalas de tiempo más cortas, las oscilaciones climáticas pueden cambiar el clima en pocos años, estaciones y semanas. El clima es cada vez más inestable porque hay que sumar la actividad humana a los factores naturales, lo que nos lleva a un lugar desconocido, de incertidumbre. Al mismo tiempo gracias al trabajo de muchas científicas, sabemos mejor que nunca que las temperaturas de la tierra están subiendo y van a seguir haciéndolo, y que esto depende de nuestra capacidad y voluntad de acción. Y digo nuestra, en plural y no en singular. Cuando a menudo leemos qué podemos hacer ante el cambio climático, muchas son acciones individuales. Está bien y es necesario mejorar las cosas que una puede mejorar a nivel personal, pero no es suficiente. Tenemos que cambiar de forma colectiva, dejar de poner la responsabilidad principal en los individuos y empezar a pedir cuentas a los que están arriba.

Desde la juventud y tu conocimiento, ¿qué reflexión personal darías ante el reto del cambio climático?

Yo leo el cambio climático desde la perspectiva de las ciencias naturales cuando estoy trabajando. Pero yo soy inmigrante de segunda generación, porque mi padre es marroquí, y yo he sido inmigrante en Italia, Francia, Canadá y hoy en Noruega. Por lo tanto, me cuesta pensar exclusivamente en el cambio climático de forma científica. Tener un pasaporte europeo me da muchísimos privilegios, y me permite entre otras cosas moverme dónde quiero sin demasiados problemas. ¿Pero qué pasaría si no tuviera este pasaporte y no fuera posible vivir en mi país debido al cambio climático? ¿A dónde y en qué condiciones puedes marcharte? Hay muchas personas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo por tantas causas, y el cambio climático es ya una de esas razones. Paradójicamente, las personas que sufrirán más el cambio climático no son las que tienen más responsabilidad en causar el cambio climático. Por lo tanto, además de la necesidad de mediciones y de datos científicos absolutamente objetivos en este tema, necesitamos añadir una perspectiva de justicia climática y social.

Tengo 28 años y no tengo muchas ganas de ver el mundo en llamas a medida que envejezco. Igual soy un poco naïve, pero confío en que podemos hacer las cosas mejor y que estamos a tiempo de construir un futuro bueno y justo para el planeta y para todas las que vivimos en él.