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Muchos de los dolores de la vida actual tienen que ver con la mutilación de nuestra vida espiritual

Una vida a la que despejamos del elemento sobrenatural, de lo que excede de nuestra vida mortal, se convierte en una vida antinatural. Cuando llegas a la convicción de que hay algo de ti que sobrevive a tu vida física, esa percepción del dolor como algo infinito e insoportable, desaparece.

Uno puede tener una visión sobrenatural de la vida o no tenerla, pero a priori parece que no es un tema propenso a la polémica. Sin embargo y quizá porque me ha tocado vivir una época hostil a estas cuestiones me he visto inmerso en debates en contra de mi voluntad. He encontrado una especial animadversión en ciertas personas y en el clima de la época”

Juan Manuel de Prada ahondaba en el Curso de Verano "Ser humano, ser Espiritual” en la frase de Chesterton “Quitad lo sobrenatural y no encontraréis lo natural, sino lo antinatural” porque lo sobrenatural intrínsecamente forma parte de la vida. “Su amputación produce una gangrena que hace de la vida algo antinatural, una especie de patología”. Las patologías ligadas al espíritu son mayores ahora que en ninguna otra época.


“La contraposición de lo espiritual con lo corporal es errónea e incluso puede ser nefasta porque la naturaleza humana está formada por una parte corporal y un elemento espiritual. Desligarlos puede ser peligroso y esquizofrénico”.


Ni filosófica ni teológicamente espíritu y alma son sinónimos, pero cuando aludimos a lo espiritual acudimos a cuestiones del alma. Seguramente la negación del alma sea uno de los rasgos característicos de la imposición del materialismo feroz que estamos viviendo. Su negación es moneda de uso corriente, pero “es verdad que todos tenemos la percepción empírica de que hay un principio de permanencia en nuestra vida que supera las contingencias del tiempo y sus efectos. Incluso la psicología tiene que reconocer que hay algo permanente en la naturaleza humana que la unifica”.


Hay un principio unificador y muchas veces lo que llamamos trastornos psíquicos lo entenderíamos mejor si reconocemos que hay un principio inmaterial que unifica nuestra vida. Esa alma es también lo que da a los creyentes la certeza de que nuestra vida no está limitada por la muerte. “Las cosas importantes en la vida, incluso cuando no tenemos fe, las hacemos porque queremos perdurar y no aceptamos la cárcel estrecha que se nos ha dado. También nos enamoramos pensando que es para siempre y resulta curioso que esa ofuscación le ocurra a todo el mundo”.


Parafraseando a Unamuno, “si no hubiera un alma inmortal todo lo que hacemos en nuestra vida sería absurdo porque lo hacemos queriendo desafiar la contingencia mortal. Somos conscientes de nuestra muerte, pero permanentemente estamos albergando y aspirando a experiencias que desborden nuestra finitud corporal”.


También las personas que no tienen fe, necesitan alimentar el espíritu. “Todos tenemos necesidades de índole espiritual sin las cuales tendríamos una vida que no merece la pena ser vivida, Tenemos apetencias que para nada son materiales”.
La primera concepción de FE nos lleva a conocimiento transmitido. El 99% de las cosas que sabemos no es por nuestra experiencia real sino porque se nos ha transmitido. La segunda implica confianza en algo o en alguien. La fe entendida como virtud teologal es la “que nos infunde la gracia que nos permite creer en la realidad sobrenatural”.


Todos tenemos algún tipo de fe, sin la primera la vida sería imposible, aunque haya conspiranorides que no creen que la tierra es redonda. Por otra parte, la gran desconfianza es un fenómeno muy de nuestra época. Es un drama no confiar en que hay personas que nos transmiten la verdad. Vivimos en la sociedad de la sospecha, pero es una vida invivible. “Vivir sin creer en los conocimientos que se te han transmitido, tiene que ser insufrible”.


Se puede ser un desconfiado, pero tiene que ser una vida de paranoico que recela y pone en cuestión todo lo que las personas de alrededor hacen o dicen, incluso las más queridas Un auténtico infierno. “Se puede vivir sin una fe, entendida como virtud teologal, aunque creo que uno siempre busca sucedáneos” En la biblia no se menciona la palabra ateísmo o ateo, sino que se habla de idolatra. “Seguramente es tal la necesidad de creer en Dios que cuando la sustituimos creamos dioses sucedáneos. Las sociedades poco religiosas convierten la espiritualidad en otra forma de materialismo ligada a la exaltación de la propia persona. Termina convirtiéndose en una idolatría de uno mismo”. El coaching tiene mucho de idolatría de uno mismo. Se presenta como una forma de espiritualidad, pero en realidad te están diciendo que eres estupendo y lograrás lo que quieras. Eso es idolatría porque la realidad es que no alcanzamos lo que deseamos y no podemos llegar a hacer las cosas para las que nuestra naturaleza no está preparada. Al final genera mucha frustración. “La exaltación del yo muchas veces se vende como espiritualidad envuelta en ropajes misticoides, cuando lo que busca es la deificación de uno mismo. En algunas ocasiones crea un dios a nuestra imagen y semejanza; un dios de mecano hecho con las piezas que nos gustan”.

La auténtica espiritualidad es un hábito de alma. Ponemos hábitos al cuerpo para no caer en el desastre y la indolencia. Formas de autodisciplina diversas. La espiritualidad sería el hábito para el alma. Hacemos muchas cosas como si fuésemos inmortales. “Los hábitos del alma tratarían de indagar en las razones por las que me siento inmortal; no exigen tanto un mayor conocimiento sobre nosotros mismos como un conocimiento de aquello que nos desborda, las causas de que esta vida mortal no es el límite final. Las viejas preguntas de siempre ¿de dónde venimos? ¿a dónde vamos? .


El hábito del alma nos exige una ruptura que puede ser suave o plena con los hábitos que el mundo nos impone. Frente al ruido, silencio. Frente a la prisa y aceleración de nuestra vida lentitud. Reglas de nuestra sociedad que son tiránicas porque son apetitosas. Tenemos el simulacro de que el mundo está a nuestros pies, en nuestro móvil y ordenador. Romper con la secta tecnológica no es fácil. Romper drásticamente no lo hacen ni las órdenes religiosas, pero establecer pequeñas rupturas progresivas no es tan difícil y encuentras las pequeñas disciplinas del alma. 

“A medida que decrece nuestra vida espiritual nuestra vida se consume porque no es una vida plena. Hemos renunciado a la parte para que hemos sido creados. No hemos sido creados ni para comer ni para dormir. Tampoco hemos nacido exactamente para trabajar, más allá de que el trabajo pueda desarrollar nuestras aptitudes y ayudar en nuestra vida espiritual. La vida plena la alcanzamos con el cultivo del espíritu que nos permite, hasta donde podemos, explicarnos esa necesidad de salir de nuestros propios límites temporales. Es lo más específicamente humano. El empobrecimiento de esta parte de nuestra vida, nos mutila. “Honestamente creo que la actual polvareda de fenómenos psíquicos, depresiones, neurosis o simples melancolías tiene que ver con agostamiento de nuestra vida espiritual”.


Al final llevamos una vida antinatural y nos pasa factura. No hay causas mediatas, hay intermedias. Pretendemos justificar nuestras causas vitales, nuestros dolores. La psicología va a ellas, pero creo que, al final, la causa es la extirpación de esta vida espiritual. Muchos de los dolores de la vida actual tienen que ver con la mutilación de nuestra vida espiritual. Entender el dolor físico o psíquico como algo insoportable es muy propio de nuestra época. Sin duda tiene que ver con esta mutilación. Cuando llegas a la convicción de que hay algo de ti que sobrevive a tu vida física, esa percepción del dolor como algo infinito e insoportable, desaparece. Piensas que lo soportarás hasta el final de tus días mortales pero que a partir de ahí se va a abrir una vida totalmente liberada de dolor, luego el dolor queda empobrecido. Si mutilas esa dimensión espiritual, se convierte en algo monstruoso y la vida deja de tener sentido y deseas morir. Es normal que haya más suicidios o que la gente no soporte la soledad. Nuestra vida se ha convertido en algo antinatural y todos nuestros padecimientos resultan insoportables. Una vida en donde los placeres desaparecen se convierte en una vida que no es digna de ser vivida. La vida es una combinación de placeres y sufrimientos, pero en una vida sin vida espiritual los sufrimientos se convierten en insoportables. Muchas de las cosas que nos parecen insoportables, a nuestros abuelos les parecían pijadas. Muchas de las incomodidades del bienestar material que creemos que nos hace la vida más fácil, en realidad nos incapacita para soportarlos porque lo hemos confiado todo en ese bienestar material. La dimensión espiritual nos permitiría compartir esos males que en realidad son pequeños pero que magnificamos. “Creo que Chesterton tenía razón. Una vida a la que despejamos del elemento sobrenatural; de lo que excede de nuestra vida mortal, se convierte en una vida antinatural. Una vida que no merece vivirse, se consume, se pudre, que sangra y sufre desmesuradamente.