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“Las mujeres sufren un malestar sordo por Sostener la Vida”

“El peso de las obligaciones que conlleva ser mujer, puede llegar a hacernos enfermar.”

Es la constatación que hace Julia Ojuel, doctora en medicina dedicada a la atención continuada domiciliaria en Barcelona y que participa en el curso sobre “Síndromes del malestar de las mujeres: salud mental y mujer” que se celebra el 20 de junio en el Palacio Miramar de Donostia.
“Todas las obligaciones que conlleva el quedar bien o quejarse lo justo se vuelve contra nosotras en forma de malestar. Entre las que trabajan fuera de casa la sumisión puede no ser tan grande, pero a las obligaciones tradicionales de “una buena madre” se suman las de “una buena profesional” y la de tener que ser atractiva, ir al gimnasio y tener una vida social”.


“A las mujeres nos duele la espalda de llevar la vida encima”


El trabajo fuera de casa puede conllevar algunos mecanismos de liberación, siempre que la labor no está relacionada con el mundo de los cuidados. En un estudio realizado hace ya unos años por la Unidad de Salud Laboral de Barcelona se comprobó que las cajeras de un supermercado tenían una mejor salud mental que las enfermeras. Una enfermera está repitiendo el mismo rol de cuidadora tanto dentro como fuera de casa.
Las mujeres aguantan mucho con algunos mecanismos de defensa que luego se vuelven en su contra. Lo único que puede liberar a una mujer de las tareas de su casa es decir “me voy a trabajar”. Parece que se te permite todo porque estás fuera de casa. El teletrabajo está siendo terrible. Las mujeres van aguantando, tardan unos 10 años en quejarse, pero “hay una especie de malestar sordo en la mujer que permite un nivel básico de bienestar familiar.” Creo que se ha dado mucho en las mujeres “muy obedientes”. Han estudiado, trabajado, hipotecado o trabajado cuando debían, pero en un momento determinado de su vida se paran y se dan cuenta de que “no soy feliz. Tengo que tragar con demasiadas cosas para asegurar mi estabilidad, aguantar algunos comentarios de hijas e hijos o ver que mi compañero sigue descargando en mí sus obligaciones”.


Ese malestar sordo se padece en soledad, aunque lo comentes con algunas amistades y va acompañado de sensaciones de no haber llegado en la vida a donde podías haber llegado. “He tenido que pedir una reducción de jornada, mis hijos no han salido como yo quería y mi compañero me trata, no como pareja, sino como su madre”
¿Es esto una enfermedad? Esto es un malestar, pero ¿a quién le toca tratarlo? ¿al sistema sanitario? “La demanda es sanitaria, pero el problema es político, la solución es el feminismo”


El feminismo en términos laborales se traduciría en condiciones mucho más justas. El sueldo femenino es más bajo, pero aun cuando se trate de contratos públicos y regulados por el BOE, la mujer se ve abocada en muchos casos a una reducción de jornada con un descenso del 80% de la remuneración. Una médica podría hacer más guardias, pero “si tienes muchas obligaciones familiares no puedes”. Las mujeres trabajan menos porque lo de la casa lo tiene que hacer alguien. “Lo de la casa” no es fregar platos o poner la lavadora sino sostener emocionalmente a la familia, vigilar los estudios de las criaturas o hacer la compra a tu madre o tu padre mayores. Además, las reducciones de jornada conllevan una jubilación más baja.


Julia Ojuel a lo largo de su carrera profesional ha visto a muchas mujeres que en un momento dado dicen “hasta aquí he llegado” y en muchos casos se separan porque los maridos o la familia no les pueden seguir el ritmo. “Paro, y voy a disponer de mis tiempos y de mi vida. Dejar de hablar de los problemas de los adolescentes en que se han convertido los hijos, dejar de escuchar a tu madre mayor y poner límites para asegurarse la propia estabilidad emocional”.


Hablando de las bajas por menstruación, Julia Ojuel parte de la idea de que una persona que no se encuentra bien, tendría que tener cierta flexibilidad a la hora de ir al trabajo. Estas ausencias tendrían que ser auto declaradas, como lo son en otros países. Sea por menstruación, por un catarrazo o por una gastroenteritis. La medida adoptada es una decisión política acertada, de visibilización, aunque muy probablemente sean pocas las mujeres que vayan a ser afectadas. Es necesario seguir por esa línea porque por ej.  ponerse de parto ante unas oposiciones es un problema que sólo afecta a las mujeres. ¿pasa algo?


La mujer cuando padece ese malestar sordo siente dolores porque está todo el día tensa. No va de casa al trabajo y del trabajo a casa sin haber pasado previamente por comprar la merienda de los hijos o haber visitado a su madre que se siente sola. Caminos de zigzag que no hacen los hombres.
Las desigualdades en salud por razón de género no dependen siempre del sistema sanitario “No es que ante un posible problema cardiovascular se examine menos a una mujer, sino que las mujeres, por de pronto, minimizando los síntomas van a acudir a la sanidad más tarde y después de haber dejado la cocina limpia. Sigue habiendo sesgos de atención, pero cada vez menos.

“No depende todo del sistema sanitario. Es necesario un cambio en la sociedad. ¿A quién le toca atender estos malestares de la vida cotidiana? ¿ese dolor crónico de sostener la vida en las espaldas? Julia Ojuel tiene claro que le toca a la comunidad. Es un problema político, no es sanitario. La solución viene de una política con visión feminista. La enfermedad es un problema sanitario, la salud es un problema político.


Cuenta Julia Ojuel como muchas veces el paciente no tiene a dónde ir sino al sistema sanitario cuando está agobiado por problemas económicos o de otra índole. Muchas veces el personal no puede frenar su empatía ante situaciones de angustia de “no puedo dormir, no me encuentro bien” Algunos casos de la sobremedicación de las mujeres podrían explicarse por los profesionales de la medicina que no pueden con su angustia de ver a la gente sufrir.  La sanidad atiende problemas que no le corresponde. Por mucho que crea espacios de escucha y empatía, son problemas políticos