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Incrementar un 10% el índice de verde reduce en 3 puntos las probabilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares, de salud mental, neurológicas y digestivas

<p> “Las ciudades que se construyen sin tener en cuenta los espacios verdes no solo están más contaminadas medioambientalmente, también son más inseguras” ha afirmado Jesús Ibarluzea, investigador de Biodonostia e impulsor del Proyecto INMA (INfancia y Medio Ambiente), en su intervención en el curso de verano “Aprender en y con la naturaleza: el tránsito desde la experiencia a la evaluación y la investigación educativa”.&nbsp;</p>

 

 

Las zonas verdes en un espacio urbano crean un entorno amigable que nos acerca a la naturaleza. Las iglesias son otros espacios que están construidos pensando en posibilitar esa conexión, lo hacen a través de las sensaciones que genera su propia estructura.

Hay numerosos estudios enfocados en estudiar el impacto que tiene el “índice de verde” (cantidad de espacios verdes en el entorno vital de una persona) en nuestra salud. Los resultados coinciden en que incrementar un 10% el índice de verde reduce en 3 puntos las probabilidades de sufrir enfermedades cardiovasculares, de salud mental, neurológicas y digestivas. “En las enfermedades influyen muchos factores, el índice de verde ayuda a reducir la probabilidad, no a evitarlas”, ha explicado el ponente. “Es un efecto moderado pero consistente que se repite en los resultados”.

Los entornos más verdes en las ciudades suelen ser las zonas donde residen las clases más pudientes. Un estudio realizado en Gran Bretaña sobre 4 millones de sujetos concluyó que las desventajas sociales y el entorno urbano influyen en la tasa de mortalidad y el índice de enfermedad.

El diseño de las ciudades tiene que tener en cuenta los espacios verdes pero a la vez la “conectividad” entre los elementos que la conforman. “Es decir, si voy a comprar el pan o el periódico que lo pueda hacer caminando desde mi casa. Las urbanizaciones que solo tienen aceras y están alejadas de los servicios que necesitamos, nos obligan a coger el coche, por lo que tienen el efecto contrario en la salud y en el medio ambiente; además de ser más inseguras que aquellas donde te encuentras a tus vecinos durante el paseo” ha puntualizado. Los estudios concluyen que, desde el embarazo hasta el parto, un entorno más verde tiene efectos positivos: mejor peso al nacer y mayor perímetro craneal.

La Universidad de Harvard realizó un estudio sobre la obesidad en la infancia y la adolescencia. Se realizó sobre 50.000 sujetos y concluyó que el IMC (índice de masa corporal) en los entornos más verdes eran menores y su evolución a lo largo de los años mejor.

Analizando diferentes escuelas en diferentes entornos se observó que el desarrollo cognitivo es mejor en un entorno verde que en uno rodeado de contaminación acústica y ambiental donde las puertas y las ventanas están cerradas. “Donde los niños y niñas pueden ir a la escuela andando o en bicicleta el síndrome de déficit de atención tiene menor incidencia”.