Carme Colomina: “No tenemos instituciones con autoridad reconocida para mediar en determinados conflictos”
La investigadora ha señalado que instituciones como la Unión Europea están perdiendo peso en el panorama global y que el sur global está en auge.

Carme Colomina asistió al Palacio Miramar como ponente en el Curso de Verano sobre Repensar y construir la democracia en un contexto del orden internacional en transformación, para hablar de la Incertidumbre Global: “Perspectivas geopolíticas en un mundo fragmentado”. Es investigadora sénior especializada en Unión Europea, desinformación y política global de CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs), así como editora y miembro del Consejo Editorial.
¿En qué ha consistido tu ponencia?
Mi ponencia intentaba trasladar todas las transformaciones que hay en curso en los últimos años a partir de las nuevas geopolíticas, cómo ha ido cambiando el poder de Estados Unidos a nivel global, cómo han emergido, no solo China, sino otras nuevas potencias geopolíticas del sur global, el papel de India, cómo la Unión Europea se siente desubicada en todos estos cambios y a partir de esa ruptura de sus relaciones tradicionales con EE. UU., etc.
Todo eso está cambiando, no solo la geopolítica o las relaciones internacionales, también la geoeconomía. Con estas nuevas potencias, las relaciones o los flujos comerciales están corriendo hacia el sur global. Por ejemplo, las cadenas de valor, después de la vulnerabilidad que supuso la pandemia, se han acortado. Por todo ello, hay una necesidad de establecer alianzas nuevas.
¿A qué se debe el auge de algunos países del sur global y la decadencia de algunas potencias mundiales?
Estamos en un mundo mucho más diversificado, en un mundo multialineado, es decir, que cada vez hay más actores en juego, hay más necesidad de buscar alianzas nuevas. Aquí hay grandes países como India o Brasil que están emergiendo, no solo como actores regionales, sino como actores muy importantes para una Unión Europea que también necesita diversificar. Estamos viendo como todos estos países del sur global serán las grandes potencias económicas, algunas ya lo son hoy en día. Por lo tanto, hay un cambio en los equilibrios tradicionales, hay un declive del norte global en favor del sur global, y hay una necesidad de readaptarse a esta nueva realidad.
Eso explica, por ejemplo, la necesidad de establecer alianzas nuevas; eso explica, por ejemplo, como India está firmando acuerdos de libre asociación con el Reino Unido o países de América latina; eso explica la necesidad que tiene la UE de ratificar el acuerdo con Mercosur, tal y como ha reforzado sus acuerdos bilaterales con México, Canadá o Japón; como India y China, que hace cinco años tenían incluso problemas militares en sus fronteras, han normalizado sus relaciones; como cada vez hay menos relación bilateral entre EEUU y China y entre la UE y Rusia, pero, en cambio, crecen las grandes relaciones o la multiplicidad de relaciones con todos estos actores. Por lo tanto, es un mundo mucho más complejo, mucho más multialineado en ese sentido.
¿Cómo afecta en todo esto la transición demográfica?
En esta necesidad que tiene la UE de resituarse ante el mundo, uno de los problemas que tiene son sus transiciones internas, la transición demográfica, por ejemplo. En el año 1900 los europeos representaban el 25% de la población mundial; en 1970 pasaron a ser el 15%; en estos momentos representamos el 6% y en 2030 pasaremos a ser solamente el 4%. Por lo tanto, Europa es un continente que empequeñece y que envejece. La media de edad también es superior. Eso tiene consecuencias geopolíticas para alguien que quiere liderar, que quiere ser una Europa geopolítica pero que representa a una parte muy pequeña del mundo. Eso también tiene consecuencias geoeconómicas y sociales. Se ha visto en el impacto del estado de bienestar europeo, que ha ido disminuyendo de una manera clara en estos últimos años, lo que obliga a la UE a repensar su propio modelo.
En esta consciencia de vulnerabilidad vemos como hay una UE que está transformando su propio ADN a consecuencia de esta emergencia o de esta sensación de amenazas que siente en su vecindario más próximo. Es una UE que se tiene que repensar económicamente y a nivel de competitividad, pero que también está cambiando su propia naturaleza de poder blando, de poder que tenía como arma la capacidad de influencia económica. Ahora, entra en un proceso de rearme, en un proceso de convertirse en un poder duro, algo que nunca lo había definido como organización y que, por lo tanto, acaba cambiando la naturaleza de la propia organización. Veremos qué consecuencias tiene en un futuro inmediato.
¿Cómo afecta en la opinión pública el cambio en la forma de informarnos? (hoy en día es más común informarse mediante redes sociales)
Todo este proceso de digitalización tiene dos consecuencias enormes a nivel geopolítico y social. La primera es que, en todo este proceso, las grandes plataformas tecnológicas se han convertido en un actor internacional que es juez y parte en muchos de los conflictos. Lo hemos visto, por ejemplo, en el papel tan relevante que tienen en la guerra de Ucrania. También son juez y parte porque tienen un poder sobre la población a partir del uso de los datos, del conocimiento, de los gustos, las tendencias, las necesidades, de lo que consumen los ciudadanos. Ese análisis de datos es infinitamente superior al conocimiento que tienen los gobiernos. Por lo tanto, hay una simetría de poder muy clara en favor de estas grandes plataformas tecnológicas.
Encima, este proceso de digitalización ha traído una crisis profunda de los medios de comunicación y de los que tenían el monopolio de interpretar la realidad; los partidos políticos, la academia, los expertos o los sindicatos. Todo esto en favor de esta información que circula a través de unas grandes plataformas que están claramente intermediadas algorítmicamente. Estas plataformas también tienen una agenda propia, y no somos conscientes de las jerarquías que están organizando la información que recibimos. Además, es un espacio al que hemos trasladado toda la conversación pública, hemos trasladado nuestra vida, nuestro ocio, nuestro consumo, y es un espacio que se rige por unas agendas, unos intereses y unos beneficios privados. Asimismo, cada vez se ha ido llenando de una toxicidad mayor, es decir, cada vez somos menos conscientes de la falta de control y capacidad que tenemos a la hora de discernir qué es verdad y qué no es verdad en toda esta esfera pública digital en la cual construimos nuestras opiniones.
¿Por qué se les da tanta importancia a conflictos como los de Gaza y Ucrania, que hay que dársela porque la tienen, pero no tanto a los llamados conflictos olvidados como, por ejemplo, el de Sudán?
Porque una de las consecuencias que estamos viendo en los últimos años es, no solo el aumento de la conflictividad, en un año han crecido en un 20% los conflictos alrededor del mundo, sino también un aumento de la impunidad. También estamos en un proceso de desmantelamiento de las instituciones globales. Naciones Unidas, por ejemplo, ha perdido la capacidad de intervenir en determinados conflictos.
Además, estamos viendo la ausencia o retirada de misiones de observación del continente africano. No está ocurriendo solo en el Sahel, también en Etiopía. Por lo tanto, cada vez más, los conflictos se desarrollan al margen de la capacidad de observarlos; es decir, aumenta esta impunidad de muchos gobiernos y aumenta también la falta de transparencia e incluso el interés informativo sobre ciertos conflictos que han ido empeorando en estos últimos tiempos. Eso hace que cada vez haya una mayor cantidad de población expuesta a estas violaciones de los derechos humanos, a los efectos de las guerras, a los grandes movimientos poblacionales… Esto también acaba determinando o jugando un papel muy importante en las relaciones internacionales.
¿Crees que hay poder suficiente para parar conflictos como los de Gaza por parte de entidades como la UE o EE. UU.? ¿Por qué no se interviene para pararlos?
Ojalá. Lo veo bastante difícil. Naciones Unidas es el único espacio donde están representados todos los gobiernos del mundo, y está quedando obsoleta. Tiene un consejo de seguridad que está permanentemente empantanado, porque ya no es capaz de aprobar resoluciones que puedan incidir en determinados conflictos. Casi que son más relevantes las votaciones que salen de la asamblea general que las del propio consejo de seguridad.
La UE también está en claro retroceso en su capacidad de influir en el mundo. Cuanto más geopolítica se autodenomina, menos influencia está teniendo a nivel global. Estamos viendo cómo queda apartada en Ucrania y como ha renunciado a ser un actor en Gaza cuando tradicionalmente la UE no solo era el gran donante, sino que siempre había tenido una política de apoyo, por ejemplo, a la autoridad nacional palestina, apoyo que ahora está ausente. Lo mismo está pasando, por ejemplo, en las misiones que tenía de representación o de paz en distintos países africanos. Todo esto está en declive.
Por lo tanto, lo que hay en estos momentos es una crisis profunda de la gobernanza y de los marcos de seguridad colectiva. Han entrado en barrena y no tenemos alternativas, no tenemos, en estos momentos, en esta deconstrucción del sistema internacional, instituciones o capacidades de actuación con autoridad reconocida para intentar mediar en determinados conflictos.