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Daniel Sorando: “Cuando la juventud consigue emanciparse cae en una trampa”

Según el ponente, en la sociedad actual las personas jóvenes solo logran emanciparse a través del alquiler privado, un modelo que las empobrece mientras enriquece a los propietarios de las viviendas.

Daniel Sorando es doctor en Sociología por la Universidad Complutense de Madrid y, en la actualidad, profesor en la Facultad de Ciencias Sociales y del Trabajo de la Universidad de Zaragoza, donde da clases de estructura y procesos sociales. Ha formado parte del Curso Topagune: La emancipación de la juventud partiendo de tres pilares: vivienda, formación y trabajo, hablando sobre situación de los jóvenes respecto a la vivienda en España en su ponencia titulada La trampa de la vivienda: juventud y desigualdad ante la emancipación.

¿En qué ha consistido tu ponencia?

Hemos hablado hoy sobre la vivienda y cómo en el estado español hoy en día es una trampa, fundamentalmente para las personas jóvenes y de familias con menos recursos. Vivimos en un sistema que, a diferencia de otros países europeos, te aboca al alquiler privado si tú quieres emanciparte. En otros países tienes la opción de hipotecarte o tener alquiler social. En nuestra sociedad, como persona joven solo puedes emanciparte mediante el alquiler privado y es un mercado en el que apenas tienes poder frente a los caseros y a las caseras y explica porque muchas personas no pueden abandonar las casas de sus padres y que los que más pueden hacerlo son personas de padres o familias más acomodadas.

¿Qué factores explican que la emancipación sea un reto tan grande para la juventud actual?

La causa fundamental es política, y consiste en un contexto económico y político diseñado para favorecer el poder de negociación de los caseros/as y poder reflotar el mercado de la vivienda en España que quedó gravemente dañado después de la crisis de 2008. Se ha construido un nuevo mercado de vivienda que fundamentalmente basa su rentabilidad en el mercado del alquiler.

Esto obedece a normas específicas, a políticas concretas que es necesario explicar para entender porque las personas jóvenes no pueden emanciparse cuando pueden. Porque, de lo contrario, muchas veces estamos expuestos a discursos que vienen a decir que es culpa de los jóvenes que no tienen ambición o que son vagos, cuando en realidad lo que están es expuestos a un sistema que se lo pone realmente complicado, a menudo mucho más difícil de lo que lo tuvieron sus padres y, por supuesto, más difícil que algunas personas jóvenes que tienen familias con recursos económicos mayores para facilitarles la vida a sus hijos.

¿Cuáles son las consecuencias de utilizar la vivienda como bien de inversión de esta manera?

La consecuencia es el retraso en la edad de emancipación; en España estamos de media por encima de los 30 años, mientras que en Europa es en torno a los 26. Además, en cuanto al porcentaje de personas emancipadas de entre 15 y 29 años, en España estamos en mínimos históricos, el 15%. Una realidad que también afecta a Euskadi, donde el porcentaje es incluso inferior al conjunto del estado. Lo que tenemos son proyectos de vida que no pueden desarrollarse según la libre elección de las personas jóvenes.

Además, cuando consiguen emanciparse caen en una trampa, porque son las personas jóvenes, habitualmente con salarios más bajos, quienes le dan buena parte de sus ingresos a los caseros. Éstos suelen corresponder a generaciones de mayor edad, aunque no solamente hay que destacar esto, porque son la parte de generaciones mayores que han podido acumular propiedades a lo largo de su vida. De esta manera, hay una transferencia de recursos de los jóvenes de clases medias populares, hacia las personas más mayores de clases altas.

¿Por qué es la vivienda una trampa?

La vivienda es una trampa porque, por un lado, empobrece a las personas jóvenes, tanto si se hipotecan como si alquilan, pero sobre todo si alquilan. La media de lo que tienen que dedicarle al alquiler es muy superior a lo que corresponde una hipoteca, pero la mayoría de los jóvenes no se pueden hipotecar. De manera que tienen que pagar en muchos casos casi la mitad de sus salarios para enfrentar los pagos de sus rentas del alquiler. Al mismo tiempo que éstas enriquecen a los propietarios que, incluso si se les restaran las rentas del alquiler, seguirían teniendo unas rentas muy superiores a las de la media de la población. De modo que la vivienda empobrece a las personas jóvenes de clases medias populares al mismo tiempo que enriquece a los que menos lo necesitan, prolongando un estado de desigualdad en el cual por el camino no se garantiza una cuestión tan esencial para poder planificar tu vida o emprender un proyecto vital de cualquier tipo como tener un techo en el que poder vivir.

¿A qué se debe que la mayoría de las viviendas sociales se hayan privatizado?

Desde 1952 en el estado español se han producido casi siete millones de viviendas con algún tipo de protección pública, de fondos públicos. Pero, la política habitual ha sido de vender posteriormente estas viviendas a quienes vivían en las mismas. Con lo cual se han conseguido dos efectos. Por un lado, hacer más conservadora a la población que adquiere la vivienda, porque cuando eres propietario tienes algo que conservar y, habitualmente, eso te hace colocarte del lado de un tipo de políticas que no están en la dirección de fomentar el acceso universal a los derechos universales, por ejemplo, la vivienda. Entonces, por otro lado, lo que se ha hecho es privar al estado de una herramienta con la cual poder alojar a las personas que más lo necesitan. En la actualidad solo quedan 300.000 de estas casi siete millones de viviendas y la población que tiene necesidad de viviendas es muy superior a 300.000.

¿Por qué no se invierte dinero en solucionarlo? ¿Cuál es la solución? ¿Eres optimista?

La situación de la vivienda para los jóvenes en España es muy complicada, pero no es casualidad. Es una vivienda social, política y económicamente producida en beneficio de un segmento de la sociedad y en perjuicio de otro. Es decir, España apenas dedica recursos ni presupuestos a la vivienda porque eso haría que el mercado del alquiler privado no fuera tan rentable. Si las personas jóvenes a la hora de buscar una opción residencial tuvieran la posibilidad de elegir entre el mercado privado o el social, el privado tendría que competir con el social para proporcionar precios para que a las personas jóvenes les compensara ir a lo privado y no a lo social.

Sin embargo, ahora no existe esa opción. Las personas jóvenes solo pueden acudir al mercado privado del alquiler. Eso hace que los caseros puedan pedir el precio que deseen. De modo que asistimos a una situación que es producto de una desigualdad de poder entre inquilinos y caseros y solamente fomentando un cambio en este desequilibrio vamos a lograr satisfacer un derecho tan importante como el de la vivienda para las personas jóvenes.