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No estamos preparados aún, pero hago una apuesta por la justicia restaurativa también en delitos de terrorismo

Xabier Etxeberria profesor emérito de la Universidad de Deusto como catedrático de ética, distinguía dos niveles en la participación social y política de las víctimas del terrorismo.

El nivel básico es el prepartidario, que todas las opciones políticas tienen que asumir y que tiene su referente en los derechos humanos. En este nivel se produjo la victimización y es en el que las víctimas tienen una autoridad moral especial para reivindicar el respeto efectivo a su dignidad que se conculcó gravísimamente. Su participación en el debate público es la contundente deslegitimación moral y política de la violencia que han sufrido.


Las víctimas, según subraya Xabier Etxeberria, pueden participar a un segundo nivel, el partidario, adoptando por ejemplo posturas antinacionalistas, aunque el nacionalismo se exprese democráticamente, al ser víctimas de ETA. A este nivel su autoridad moral se equipara al resto de los ciudadanos.


Volviendo al nivel prepartidario, “el objetivo claro de su participación pasa por reclamar el derecho a la verdad sobre lo sucedido, el derecho a la reparación de los daños sufridos y el derecho a la memoria social. Si la acogida de la sociedad hubiese sido inmediata y muy positiva para la satisfacción de estos derechos, las asociaciones hubiesen sido menos necesarias para reclamarlos, aunque lo seguirían siendo para realizarlos. La participación de las asociaciones se ha centrado en buena medida en la reclamación de derechos como esos que inmediatamente son derechos de las víctimas, pero que implican a toda la sociedad, como derecho y deber, por afectar al bien público”.

 
Aunque habitualmente la participación de las víctimas es a través de asociaciones, esto no quita que se hayan dado casos de un liderazgo especial de algunas víctimas que por sí mismas han tenido un impacto en la vida social y política.


A este nivel prepartidario hay otros aspectos más delicados como el de la participación en lo que tiene que ver con la justicia penal. “Es claro, dice Xabier Etxeberria, que no les corresponde participar en la redacción de las leyes penales, algo que corresponde únicamente al poder legislativo. Lo que no significa que no puedan hacer sugerencias que vayan en la línea de los derechos humanos. Tampoco, por supuesto, están implicadas en la impartición de la justicia penal que queda en manos del poder judicial. Pueden reclamarle, al igual que el resto de la ciudadanía, una estricta imparcialidad. En este nivel prepartidario de la justicia hay cuestiones claras como por ejemplo la no aplicación de la tortura, y otras que pueden debatirse: ¿qué lugar debe de tener el castigo en la justicia ante el delito? ¿Es necesario que siempre haya castigo en sentido estricto?”.


Introducía así el debate sobre la justicia restaurativa ante la cual las víctimas tienen diversidad de opiniones. Xabier Etxeberria distinguía muy bien lo que es la justicia restaurativa y lo que son iniciativas restaurativas, como los encuentros restaurativos dentro del marco de la justicia penal. “El reto de la justicia restaurativa es buscar la restauración tanto de la víctima como del victimario. Espontáneamente la víctima tiende a verlo como algo totalmente injusto porque parece igualar a víctima y victimario, pero esta justicia funciona correctamente solo cuando busca la restauración de las dos personas en dinámicas asimétricas; si no, se falsea todo. La víctima recorre un proceso de restauración de la herida que le han causado y el victimario otro. Camino, el de este, que empieza por el reconocimiento del delito y por el dolor causado desde la estricta disposición a asumir la reparación etc. A partir de ahí, la víctima incluye en el proceso de restaurar sus heridas la interpelación al victimario”. Xabier Etxeberria considera que, aunque la justicia restaurativa solo se ha aplicado a delitos menores y no de terrorismo, “lo precioso y valioso es que las víctimas participen desde sus distintas sensibilidades y que, a su vez, los ciudadanos y partidos políticos no las instrumentalicemos”.

“En la justicia penal la víctima solo cumple el papel de testigo, lo que puede ser doloroso para ella, puede vivirlo como revictimización. El juez y el victimario son los protagonistas. En la justicia restaurativa, en cambio, ambos -víctima y victimario- tienen el protagonismo amparado y coordinado por el sistema judicial”.


La película “Maixabel” le parece un buen ejemplo de lo que son los encuentros restaurativos, pero “la justicia restaurativa propone pasos más decididos para los que no creo que estemos preparados en el ámbito de los delitos terroristas. El futuro, de todos modos, está abierto y nadie sabe hasta dónde podemos avanzar. Yo hago una apuesta personal, siempre escuchando a las víctimas y reconociéndoles espacios en los que tengan una participación digna y relevante”.


El avance en la justicia restaurativa necesita tiempo y experiencias previas. Los encuentros restaurativos fueron una experiencia frenada por decisiones políticas. Se necesitan esas experiencias previas donde se vaya aprendiendo, sobre todo, cómo los victimarios que realmente se apuntan a estas prácticas se van resituando. Crear un clima más objetivo y sereno, y con más datos. “Ante delitos tan graves es normal recelar. Algunos pensamos que hay que avanzar en ese camino, otros optan por seguir en la justicia penal. Las dos son posiciones legítimas”.


Los primeros pasos para los encuentros restaurativos pueden darlos tanto las víctimas como los victimarios. En concreto, hay victimarios que los han dado, que reconocieron que causaron víctimas con absoluta injusticia y que se lo querían manifestar a ellas, aceptando lo que les reclamara la víctima y sin intentar disculparse ante ella. “Cuando aceptan dar este paso manteniendo la pena que tienen, tenemos un referente de autenticidad, que es lo que necesita encontrar la víctima”.
En torno a estos temas suele aparecer la cuestión del perdón. Ahora bien, dice Etxeberria, “la vivencia auténtica de perdón y arrepentimiento se da en el interior de cada persona. Reclamar que se pida perdón público es, por eso, un sinsentido, empuja a la hipocresía. En cambio, no lo es reclamar que se reconozca el daño que objetivamente se ha causado.


En los debates sobre cuestiones aún no consensuadas en ámbitos de lo prepartidario, como pueden ser las relativas a la justicia restaurativa, lo partidario se cuela con facilidad en lo prepartidario si no hay honestidad. “Los partidos políticos, los movimientos sociales, y los debatientes tenemos que partir de una honestidad política que se concreta en la búsqueda del bien público básico compartido por todos, los partidos políticos y los ciudadanos. Algo difícil porque en la dinámica social que tenemos “lo que nos interesa es vencer”.


Difícil tarea que Xabier Etxeberria reconoce que fue posible en los Pactos de Ajuria Enea que, con sus limitaciones, llegaron a un acuerdo en torno a los principios a compartir.  El clima político actual lo hace más complicado.