Todas las noticias

Sinhogarismo: la situación está desbordando los diferentes recursos, tanto sanitarios como sociales.

Listas de espera enormes, dificultades burocráticas y administrativas… En estos momentos la situación de las personas sin hogar está desbordando los diferentes recursos, tanto sanitarios como sociales. Hablamos con la psiquiatra Yolanda Osorio para conocer de primera mano el reto que supone gestionar la situación, conciliar el cuidado y frenar actitudes de cada vez más rechazo y de estigmatización hacia estas personas.

Yolanda Osorio es responsable clínica de ESMES (equipo Salut Mental Sense Sostre) y del programa SATMI (Programa de Atención en Salud Mental para la Población Immigrada) en la Ciudad de Barcelona. El pasado 10 de julio participó en el Curso de Verano ‘Salud mental y exclusión social’ con una ponencia acerca del Sinhogarismo como expresión más severa de la exclusión en Salud Mental.

¿Qué es el Sinhogarismo y cómo se clasifican las personas sin hogar?

El Sinhogarismo es una condición que nos puede llegar a cualquiera. Es decir, nadie está exento de este riesgo, y es la situación de no tener un hogar. No es tanto el no tener un techo, sino el no tener un hogar. Es diferente; una cosa es que alguien duerma debajo de un puente, en una chabola o entre cuatro paredes que se haya podido construir. El Sinhogarismo es la situación de no tener un hogar, un sitio de pertenencia, de desarrollo de tus necesidades y donde te sientas seguro.

Eso es lo que describe la situación de Sinhogarismo y por eso la clasificación internacional es tan amplia. Incluye, en un primer nivel, a las personas que pernoctan en la calle. Son las personas en riesgo extremo, las personas sintecho que no tienen nada. Después estarían las personas que no duermen al aire libre y que están en equipamientos municipales como pueden ser albergues o pisos, pero también están en situación de sin hogar. Están viviendo en casa de otro, no en su propio hogar.

Luego habría dos apartados más de personas que están en situación de hogar inestable o inadecuado, como estar en una habitación de alquiler y que de la noche a la mañana se queden sin trabajo y no puedan pagar esa habitación.

¿Cuál es la labor de ESMES (equipo Salut Mental Sense Sostre)?

Nosotros trabajamos con las personas de los dos primeros niveles; las personas que duermen en calle y las personas que están en equipamientos (albergues, pisos, pensiones…). Nosotros somos un equipo de salud; somos profesionales psiquiatras, enfermeros, gestores de casos… y lo que hacemos es atender a personas con sospecha de tener un trastorno mental. 

¿Qué son los entornos psicológicamente cuidados?

Esto es un concepto que sale de los manuales de diferentes organizaciones a nivel europeo; es la guía de buenas prácticas o del buen hacer -no solo de los profesionales sino también de las instituciones- en el trato a estas personas.

Si tú vivieses en un sitio que no tiene luz o que es un sótano, pues no sería un entorno psicológicamente cuidado. Son esos pequeños detalles los que confieren no solo el trato a la persona sino también con la persona en un espacio de seguridad.

¿Qué son los Quality Rights y cómo los aplicáis en ESMES?

Este concepto viene de la Convención de Nueva York y no solo ataña el tema que estamos tratando de las personas sin hogar. Hace poco vino una representante de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para valorar su aplicación en diferentes países. Los Quality Rights son los derechos de las personas que tienen un trastorno mental.

Hemos pasado de un modelo paternalista y jerárquico (donde el/la profesional o psiquiatra podía decidir sobre un traslado involuntario o un tratamiento coercitivo), a un modelo donde la persona decide y tiene sus derechos. La persona puede decidir tomar o no tratamiento, y cada vez hay más unidades donde ya no se utiliza la contención mecánica. Hay unidades que son de puertas abiertas, y no de puertas cerradas.

Todo eso son Quality Rights. Llevamos años implementando este modelo, pero ahora la voz de todas las personas afectadas tiene mucha más fuerza; cómo participan, el diseño de los servicios, el modelo de actuaciones etc. Es decir, se trata de dar voz a las personas que sufren estos trastornos.

¿Qué perfil se encuentra actualmente en situación de calle?

Cada vez hay más personas jóvenes en calle; tenemos chavales (me refiero más al género masculino pese a que también hay alguna chica) y muchas son personas migradas que no tienen un referente adulto y que han estado en Centros de Protección de Menores. Después, en la etapa adulta, a partir de los dieciocho años, se quedan en situación de desprotección porque no tienen permiso de residencia, o sí lo tienen, pero no tienen acceso a un trabajo y en consecuencia quedan en situación de calle.

También hay muchas personas que transitan. Viene gente del norte de Europa o del este de Europa; gente a la que le gusta más el clima mediterráneo y no cumple con el perfil clásico de persona mayor.

Hablamos de edades cada vez más jóvenes, y también hay cada vez más mujeres en calle.

¿Cuáles son los retos a la hora de atender a las personas sin hogar?

La dificultad existe ya. En estos momentos la situación está desbordando los diferentes recursos, tanto sanitarios como sociales. La sensación es que no se llega; las listas de espera son enormes, las dificultades burocráticas, las administrativas… El reto es cómo gestionar esto, cómo conciliar el cuidado, cómo cuidar esto para que no genere actitudes de cada vez más rechazo y de estigmatización. Es decir, visibilizar todo esto es un reto, humanizar mucho más el trato, y que tengan los mismos derechos. Son personas, no son elementos que hay que evitar o de los que nos tengamos que avergonzar o de los que tengamos que huir porque nos de miedo. Son personas que han pasado muchas dificultades y que tienen igual derecho que cualquiera a recibir una atención de calidad y, sobre todo, una atención digna y respetuosa.