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Todos los estudiantes de México conocen a Cuauhtémoc ¿Los españoles saben quién era Hernán Cortés?

“No es nuevo, pero estamos asistiendo a un uso de la historia como una forma de participar en el debate político. La historia ha sido permanentemente utilizada como elemento de polarización colectiva” Es la idea de fondo del profesor de la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, Tomás Pérez Vejo.

Establece dos cuestiones a distinguir. Por un lado, la historia (el campo de los historiadores) pero no se puede desvincular del uso político que se ha hecho de ella. Se ha hecho así desde que nació como disciplina. Desde ese punto de vista no interesa tanto la historia como la memoria. Lo que una comunidad recuerda no es sólo lo que contamos los historiadores sino la reconstrucción del pasado que hace la memoria colectiva.


A diferencia de lo que ocurre con la historia, la memoria se va construyendo a lo largo del tiempo por parte de los individuos de la colectividad. El poder político siempre ha intentado controlar o tener a su servicio.


¿Qué es lo que ocurre con la memoria? Tomás Pérez Vejo advierte de que “hay muchas memorias y el poder político intenta construir una memoria normalizada. En mi opinión tiene mucho de voluntad totalitaria porque está ocultando otras memorias posibles". Y no siempre escriben la historia los ganadores. “El que gana puede escribir la historia en un primer momento, pero pasado un tiempo actúa una especie de boomerang. La historia de la guerra civil española la escribieron los franquistas ¿Cuánto queda de esa historia en estos momentos? Muy poco. En estos momentos la versión fundamental de la historia es la de los que perdieron la guerra”

México y España.


La petición de perdón por parte de España a México del presidente Lopez Obrador por la conquista ¿por qué tiene cierta lógica? Tomás Pérez Vejo la explica recordando que el gran fenómeno de la modernidad es el nacimiento de la nación como sujeto político. A partir de finales del siglo XVIII-principios del XIX la nación se convierte en el sujeto político por excelencia. Hasta entonces “el poder” se legitimaba directamente por la gracia de Dios. “Una nación es la fe en un relato”. Construimos una historia sobre una comunidad, nos la creemos y vamos construyendo la nación.


En 1521 no existe una nación mejicana, el que conocemos como Imperio azteca se correspondía aproximadamente con un 10% del Méjico actual, pero tampoco en el momento de la independencia, quien proclama su soberanía política en 1821 es sólo una división administrativa de la Monarquía católica, el virreinato de la Nueva España. Sin embargo, la independencia se proclama en nombre de una nación mejicana que es necesario inventar ¿Cómo? Mediante un relato que nos habla de la existencia de una nación mexicana desde tiempo inmemorial, que fue conquistada por España (que tampoco existía como Estado-nación en ese momento.  Según este relato, muere con la conquista, desaparece durante tres siglos y emerge de nuevo en la declaración de independencia en 1821. Tomás Pérez Vejo decía “sique el mismo esquema de la historia del nacimiento y muerte y resurrección de Jesucristo” Este relato convierte a la conquista en el centro de atención permanente de toda la política mejicana como algo doloroso.” Cuando López Obrador pide al gobierno de España que pida perdón, está diciendo que en 1521 existía México, que existía España y que ésta destruyó un México que se recuperaría 3 siglos después”.


La visión de España difiere sustancialmente porque la conquista de Méjico se convierte en el relato de nación español en parte del proceso de construcción de un imperio por parte de la nación española, confundiendo la Monarquía católica, un Estado-imperio de Antiguo Régimen, con el actual Estado-nación español. Un episodio que se convierte así en parte de las glorias nacionales españolas “no se puede pedir perdón por algo particularmente glorioso”.


“Los conflictos identitarios son tan importantes como los ideológicos y los económicos y tienen una enorme capacidad de polarización social”. Como conflicto, son muchos más difíciles de negociar, porque si queremos negociar “sobre lo que somos” no podemos “ser un poco más o un poco menos” (Uno o es ucraniano o es ruso, pero no las dos cosas a la vez). Lo decía Tomás Pérez Vejo antes de recordar que en México han existido dos relatos alternativos. Uno que dice que el origen tiene que ver con el mundo prehispánico y otro que es casi su negación y que defiende que México nace con la conquista, y se desarrolla durante los tres siguientes siglos. El México actual es hijo de la conquista española. 


“Esta doble visión o conflicto ha tenido su expresión como conflicto de clase, étnico e ideológico. El carácter español lo han defendido fundamentalmente las clases altas, los grupos conservadores y los blancos. López Obrador, de marcado carácter populista basa su actuación en lo denomina “los pobres primero”. Las relaciones internacionales con España no le interesan nada, pero cada vez que tiene un conflicto interno sabe que, si saca a pasear el fantasma de España, es motivo de movilización de sus electores. "El problema de México con España no es un problema con España sino un problema interno mejicano”.


“Las naciones se construyen en la larga duración histórica. La mexicana, como la mayoría de las contemporáneas construye a lo largo del S XIX, llegando a su culminación con Porfirio Díaz, un militar que llegó a presidir México más de 30 años.


Dice Tomás Pérez Vejo que “para los españoles la conquista de México es un asunto cerrado, para los estudiantes españoles Hernán Cortés será un desconocido y si lo conocen no tienen ninguna relación afectiva con él. Sin embargo, los niños mexicanos de primaria y secundaria, si se les pregunta quién es Cuauhtémoc, dirán que es de los suyos y Hernán Cortés su enemigo. Al margen de que sean rubios y descendientes de noruegos o mayas.

Cuauhtémoc “era el último emperador azteca de un territorio poco más de lo que hoy es la capital de México. En el resto del país actual no hablaban ni su mismo idioma ni tenían nada que ver con él, pero es un símbolo”.

“En realidad, de él no sabemos apenas nada, pero su muerte no es sólo su muerte, es la muerte de México. Es su símbolo. En los libros de texto de los escolares se incluye una imagen de un cuadro -El sacrificio de Cuauhtémoc- que cuenta una historia que ni siquiera sabemos si es cierta o no pero que dice que le quemaron los pies por no desvelar dónde estaban sus tesoros. Esta imagen la conocen todas las personas mexicanas que quieran serlo”.


Esta imagen es importante, dice Tomás Pérez Vejo porque “define una diferenciación entre quien es el bueno y el malo. Él es el digno y el capaz de sacrificarse y los malos son los conquistadores que no quieren más que el oro.” Y termina Pérez Vejo asegurando que la historia de la conquista es algo siempre presente en la vida de los mejicanos. La herida nunca cerrada de un pasado recordado todavía hoy como un hecho traumático en la historia de la nación. No de manera casual sino porque es así como el Estado mexicano ha querido que se recuerde. 
 

Tomás Pérez Vejo  participará en el Curso de Verano " XXVIII Simposio anual del Instituto de Historia Social Valentín de Foronda (UPV/EHU) “¿CUÁNTO DURA EL PASADO? Las responsabilidades presentes sobre los hechos de la historia” que se celebrará elos días 7 y 8 de julio.