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¿Qué relación hay entre la violencia y los trastornos mentales?

“La percepción social que se tiene del trastorno mental, está íntegramente relacionada con la ejecución de conductas violentas, provocando así una mayor dificultad de integración y marginación de las personas que lo sufren”

“La violencia constituye un problema de salud pública, y por tanto, es fundamental estudiarla desde sus distintas vertientes, más aún si nos referimos a trastornos mentales, como es el caso” ha expuesto Enrique Echeburúa Odriozola, Catedrático de Psicología Clínica, en el primer día del curso “¿Qué hay entre la violencia y los trastornos mentales?”.

Cuando hablamos de personas que sufren trastornos mentales, nuestro cerebro relaciona a esas personas inconscientemente con la violencia, y sin embargo, “los protagonistas que emplean la violencia, no suelen ser personas con trastornos mentales habitualmente”, afirma Echeburúa. De hecho, estos sujetos son más propensos a ser objeto de violencia, que protagonistas de ella, y es que “la situación de estar bajo un trastorno mental, convierte a estas personas en seres más proclives de ser víctimas, que protagonistas” asegura. Ante esta situación, el experto ve necesario hacer frente al estigma de la enfermedad mental, “porque la percepción social que se tiene del trastorno mental, está íntegramente relacionada con la ejecución de conductas violentas, provocando así una mayor dificultad de integración y marginación de las personas que lo sufren”. Pero no nos vamos a engañar, porque también hay personas con trastornos mentales que puedan cometer acciones peligrosas. Generalmente, esto ocurre cuando el protagonista está inmerso en el consumo de alcohol y drogas, no está o no ingiere el tratamiento correspondiente y cuando no cuenta con un apoyo familiar y social.

¿Cómo puede afectar la violencia en las personas?

Como anteriormente he señalado, no sólo las personas con trastornos mentales pueden ocasionar situaciones violentas, las personas que no sufren este tipo de enfermedades también pueden provocarlas. En este caso, lo que les lleva a estas personas a la violencia  son la baja autoestima, la impulsividad alta, la hostilidad y el afán de notoriedad; estos rasgos hacen que una persona sea más vulnerable. “Pueden llegar a experimentar un sentimiento profundo de humillación, sin ser capaz de hacer frente a las distintas frustraciones que se les presenta” aclara Echeburúa. “Yo me siento mal, me siento profundamente humillado y los demás tienen la culpa”. Llegar a este pensamiento puede acarrear verdaderas amenazas, generando una activación de la ira, y facilitando la acción de conductas violentas. “Esta persona no tiene trastornos mentales, pero puede perfectamente caer en la violencia. Además, si ha consumido alcohol y drogas, la posibilidad de caer en ella será mayor”.

Por otro lado, la violencia puede adquirir 3 funciones diferentes en personas que sufren trastornos mentales. La primera es la violencia como causa, se refiere a que si una persona tiene ideas psicóticas y agrede a alguien pensando que ese alguien le va a hacer daño, esa acción es realizada “a causa de un motivo”, el de defenderse. La violencia como consecuencia, cuando una persona se siente marginada y aislada, y debido a ello decide realizar una acción violenta. Por último, la violencia como correlato, cuando una persona abusa del alcohol en ocasiones aisladas, y esto le produce adquirir conductas violentas. Esa persona no es violenta por naturaleza, pero el alcohol le hace serlo.

¿Cuáles son los trastornos que más implicados están con las conductas violentas?

Esquizofrenia: Es una de las enfermedades mentales por excelencia. Las personas con esquizofrenia suelen sufrir delirios, alucinaciones auditivas que generalmente son experimentadas a modo de orden, comportamientos desorganizados, lenguajes incoherentes y emotividad inadecuada.

Es uno de los trastornos mentales que más riesgo de suicidio tiene, el 10 y el 20% de las personas con esquizofrenia ha intentado suicidarse.

Esta enfermedad puede aparecer a través de brotes psicóticos, pero en ocasiones también hay algunas señales que nos permiten darnos cuenta de si una persona se está “descompensando”. Esto ocurre cuando la persona no es capaz de mostrar emociones, cuando empieza a aislarse e incomunicarse, cuando empieza a actuar de manera extraña, cuando manifiesta conflictos con la gente de alrededor y cuando abandona sus deberes rutinarios. “Este conjunto de indicadores, pueden considerarse como una señal de alarma”.

Dentro de este campo Echeburúa ha querido hacer especial hincapié en la Esquizofrenia paranoide. Quienes sufren este tipo de esquizofrenia, presentan ideas delirantes que generalmente son de tipo persecutorio. “Tienen la certeza de que están siendo perseguidos, y pueden llegar incluso a agredir a la persona de la que se sienten perseguidos.  Lo peculiar de este tipo de violencia, es que normalmente afecta a personas del entorno: padres, madres, cuidadores… y quién la sufre no intenta huir como un “criminal”, además las acciones suelen llevarse a cabo en solitario”. Por otro lado, también son habituales las alucinaciones y el escuchar voces a modo de orden.

Trastorno delirante en la psicosis: Este trastorno es menos frecuente y surge a edades más tardías, a partir de los 30. En este caso, las personas presentan un desarrollo normal, sin lenguajes extraños ni deterioros cognitivos, aunque lo que sí se mantiene presente es el delirio. Los delirios pueden ser diversos: de persecución, de celos (irracionales y absurdos), satánicos (creyendo que otra persona tiene un maleficio), mesiánico (el protagonista se cree dios, y el resto son el demonio) y de amor.

Los Trastornos parafílicos padecen las personas que presentar fantasías y conductas sexuales atípicas, llegando incluso a la acción de conductas violentas. Entre ellas, destacan la pedofilia, quienes la padecen tienen fantasías sexuales con menores, y el sadismo, que supone la satisfacción sexual con el sufrimiento y dolor de otras personas.

Trastorno bipolar con episodio maníaco/ depresión, ejemplo del episodio maníaco, es cuando “una persona quiere realizar una gran misión, y en el momento en el que alguien le contradice puede volverse agresivo”. En cambio, los episodios de depresión son comunes “cuando una persona esta triste continuamente, no le ve sentido a su vida, y no tiene ganas de luchar por ella”.

Discapacidad intelectual, a pesar de que quienes la sufren son generalmente víctimas, más que agresoras, también suelen caracterizarse por la inmadurez afectiva, la impulsividad y la irritabilidad.

Finalmente, Echeburúa ha concluido plasmando el Estudio McArthur 2011, que muestra cuáles son los predictores de comportamientos violentos en las personas con trastornos mentales:

Tener una historia previa de agresiones, en un intervalo bastante reducido
La negación de la enfermedad y el rechazo al tratamiento.
La presencia de ideas delirantes, trastornos del pensamiento y percepción y alucinaciones auditivas
El aislamiento familiar y social
El abuso de alcohol y drogas