El arte también nos ayuda a través de lo que no puede hacer
Mikel Zugaza (Director del Museo de Bellas Artes de Bilbao) y Oier Etxeberria (responsable de programación pública y comisariado en Tabakalera) reflexionan acerca de la relación entre el arte y la naturaleza desde la perspectiva curatorial.

El 16 de junio ambos participaron en el Curso de Verano Koldobika Jauregi: Naturaleza, Creación, Comunidad a través de un diálogo en el que se abordaron diversos temas, como el recorrido creativo de Jauregi, la ubicación de su arte en el contexto vasco, sus relaciones con la naturaleza y la comunidad, y sus proyectos más importantes.
¿De qué manera diríais que se ha interpretado a lo largo de los años la naturaleza desde el arte?
Mikel Zugaza Director del Museo de Bellas Artes de Bilbao:
Yo creo que es un tema de carácter universal: la relación del arte, la naturaleza y viceversa. En nuestro contexto cultural adquiere un valor muy singular. El ejemplo de un artista como Koldobika Jauregi, enfrentándose con su obra a ese reto que plantea la naturaleza como una creación del propio ser humano, es un punto de partida magnífico para reflexionar.
Hoy, cuando la conciencia entorno a la conservación de la propia naturaleza tiene un protagonismo tan grande, tenemos que pensar en la conservación de la propia cultura y del arte. Si nosotros somos los que configuramos esa naturaleza, la tenemos que cuidar. El Museo Ur Mara es un buen ejemplo de ese lugar para tener esa conciencia y hacer esa reflexión en torno a la conservación de la cultura, el arte y la naturaleza.
¿Qué conexión hay entre el arte y la naturaleza desde una perspectiva etnográfica?
Oier Etxeberria responsable de programación pública y comisariado en Tabakalera:
Mikel ha presentado un abanico histórico bastante interesante de diferentes formas de los artistas para acercarse a estas cuestiones que tienen que ver con lo inmediato, con los materiales inmediatos, con el entorno más inmediato. Creo que ahí hay ciertos recorridos que se pueden trazar: desde actitudes de sublimación, de contemplación y fascinación, también incluso de disolución (como es el caso de Goenaga: el artista como aquel ser que se diluye y se ensambla directamente con la naturaleza), hasta actitudes mucho más recientes de deconstrucción y de cuestionamiento de esa pretendida naturaleza innata y original. Esos cuestionamientos pueden ser más cercanos a Ibon Aramberri o más poéticos en el caso de Gema Intxausti.
¿Existen garantías de que seguirá habiendo referentes en relación a la vinculación entre lo vasco y lo etnográfico?
Mikel Zugaza:
Sin duda; el arte siempre está en el comienzo. Tenemos una visión retrospectiva del mundo y del arte, pero si el arte nos sigue concerniendo y nos importa tanto, es porque está empezando constantemente.
Hay una gran diferencia entre las respuestas que pretende encontrar la ciencia, y las respuestas que no pretende encontrar el arte. Creo que es algo que le interesa al ser humano; mantener esa especie de combate constante con el origen, con los mismos principios de las cosas. Eso hace que el arte, en el ámbito de nuestra cultura ecológica actual, identifique claramente una necesidad determinada de mirar de una determinada forma el mundo y nuestra relación con eso que llamamos paisaje, naturaleza etc.
Oier Etxeberria:
Sí, en la ponencia me refería a esa idea de ir al origen, de buscar imágenes originarias siempre renovadas. ¿Qué pasa hoy en día con los símbolos de las materias más básicas? El agua, el fuego, la tierra, el aire… Se han trastornado completamente. ¿Quién piensa hoy en día en el agua como un símbolo cuando está lleno de micro plásticos? ¿Cómo puede el arte pensar esta nueva realidad? ¿Cuál es la imagen de la naturaleza que corresponde hoy en día? Es un trabajo que trata de ir a los orígenes y, a la vez, de estar siempre renovado.
¿Por qué se han considerado demasiado intervencionistas algunos grandes proyectos de artistas vascos vinculados a la naturaleza?
Mikel Zugaza:
El arte, si es arte, es fallido. Tenemos una visión un poco aristotélico-platónica del arte; pensamos que tiende a la forma, a la belleza y demás, pero desde hace ya unos siglos sabemos que el arte nos conduce por caminos más intrincados.
Los proyectos fallidos son muy interesantes porque nos permiten establecer límites culturalmente; que se plantee una sociedad entorno al paisaje, la naturaleza, a la intervención, y a nuestra posición crítica delante de lo que estamos haciendo en ese momento. Cuando hablamos de proyectos fallidos seguramente los artistas lo hacen en un sentido muy frustrado. Me imagino que Eduardo Chillida, al no poder vaciar Tindaya y crear ese gran vacío, seguramente vivió una frustración muy grande. Pero, posiblemente, en ese intento fallido, hay toda una política nueva en relación a la conservación de aquel elemento. Por lo tanto, yo creo que el arte también nos ayuda a través de lo que no puede hacer.
Oier Etxeberria:
Claro, la cuestión es si hay una sola naturaleza. Igual no hay una sola naturaleza, sino procesos técnicos que producen diferentes naturalezas. Yo creo que esa relación en la dimensión técnica del ser humano es una cuestión innata al ser humano: la de luchar con su medio.
Para concluir, sí que es verdad que el arte, en esta crisis que estamos viviendo, puede ser una herramienta muy válida para pensar en esa relación entre las técnicas, las tecnologías y las múltiples naturalezas. Y cómo esa relación, en vez de ser destructiva, lo es incluso –en términos de observación- más respetuosa, más amable. El ser humano se debe dejar atravesar por lo que tiene alrededor, y no todo el rato dominarlo. Creo que ahí el arte sigue teniendo un trabajo y una misión importantísima.